“La belleza de las cosas existe en el espíritu de
quien las contempla” (D.
Hume)
David Hume, filósofo,
historiador y economista escocés. Nació el 7 de mayo de 1711 en Edimburgo
y falleció el 25 de agosto de 1776 en esta misma ciudad.
Su pensamiento filosófico está
basado en el empirismo (teoría filosófica que afirma que todo conocimiento se
basa en la experiencia, mientras que niega la posibilidad de ideas espontáneas
o del pensamiento a priori) y el escepticismo (doctrina que
niega la posibilidad de alcanzar el conocimiento de la realidad, como es en sí
misma, fuera de la percepción humana), los cuales profundizó y desarrolló
ampliamente. Por ello, defiende que todo lo que contiene nuestra mente son
percepciones, y que éstas percepciones se pueden clasificar, a su vez, en
impresiones (sensaciones, emociones, pasiones…) e ideas (representaciones de
dichas impresiones en la mente).
De entre sus obras cabe
destacar, por encima de todas, Tratado sobre la Naturaleza Humana, Investigación sobre el
entendimiento humano,
e Investigación
sobre los principios de la moral, en las cuales queda
recogido todo su saber filosófico.
PENSAMIENTO FILOSÓFICO SOBRE EL SER HUMANO
David Hume afirma que para
conocer qué es el ser humano es preciso analizar sus observaciones y experiencias.
De esta forma, el ser humano se reduciría a una mente que observa el mundo y lo
construye de acuerdo a ello y a sus observaciones anteriores (experiencias).
Por ejemplo: si le presentamos a una persona una gradación de tonos de
azul desde los más claros a los más oscuros y quitamos uno de esos tonos, su
mente, podrá imaginar y reconstruir el tono que falta formándose una idea (el
tono que falta) a partir de otra idea (los tonos dados). Esta situación
confirma aún más la regla, ya que, en última instancia, reconstruimos el tono
que falta echando mano de los tonos conocidos y de los que hemos tenido en una
experiencia previa.
Junto a esto, Hume cree imposible el conocimiento del alma y reduce toda nuestra vida psíquica a un conjunto de percepciones diferentes, que se suceden con rapidez inconcebible y están en un continuo movimiento. Atendiendo a esto, Hume nos propone examinar si cuando miramos al interior de nuestra mente encontramos algo permanente y algo simple, como afirmaba Descartes. En cambio, encontramos más bien sucesión: a un pensamiento le sigue otro, a un acto de percepción, un acto de la imaginación, a éste un recuerdo, y así sucesivamente. Tampoco encontramos simplicidad: vemos más bien que en cada momento tenemos varias vivencias de distintos tipos (sentimientos, pensamientos, recuerdos,...). En conclusión, nuestra mente no se nos muestra como una sustancia pensante, es decir, como algo simple y permanente, sino que encontramos más bien pluralidad y cambio.
Muy cercana a esta consideración,
Hume también niega la tesis del yo como sustancia, afirmada anteriormente por
Descartes, y que estaría fundamentada si tuviésemos una impresión permanente
a lo largo de nuestra vida psíquica. Pero eso no es así, como he dicho
anteriormente, ocurre que a una impresión, le sigue otra, y a ésta otra,... De
este modo, Hume concluye que no existe el yo como sustancia, como algo distinto
de las impresiones e ideas. De esta forma, la conciencia de la identidad que
tenemos de nosotros mismos (es decir que lo que creemos que somos a lo largo
del tiempo) no proviene del carácter sustancial de nuestro yo, sino más bien de la memoria de la sucesión de distintas impresiones:
confundimos sucesión con identidad. El yo no es otra cosa que el conjunto de impresiones.
Por tanto, podemos concluir
que Hume analiza al ser humano como un conjunto de percepciones que tiene lugar
en la mente, lo que vendría a defender que el ser humano existe en tanto que es percibido.
Hecho por: José Ángel Zabala García
Hecho por: José Ángel Zabala García
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